No sé si fueron los nervios que se concentraron en mi estómago, el copioso plato de charquekan que almorcé al mediodía, o el mal de altura, pero la noche previa a uno dé los días más inolvidables y escalofriantes dé mi vida no pude dormir, por lo que me la pasé releyendo las condiciones del contrato que había firmado con la empresa organizadora de la excursión, y por las que les eximía de prácticamente cualquier tipo de responsabilidad en caso de accidente. Todo ésto fue sólo quizá para añadirle más emoción a la aventura, por si le faltase poca. Iba a necesitar más que suerte y ayuda divina para llevar a cabo una de las locuras más grandes que jamás había realizado, lo que era energía me quedaba poca.
Empieza a lloviznar y con la lluvia llegan los nervios y las piernas empiezan a temblar. Los frenos ya no agarran tan bien al camino pedregoso y embarrado, y la densa neblina ya nos impide disfrutar del conmovedor paisaje y ver a más de cien metros más allá de nuestras narices. Surgen de las tinieblas las primeras cruces de piedra con inscripciones, entre ellas algunas en hebreo. Le pregunto a los monitores sobre su significado, pero no saben explicarme el por qué. Días después, descubro que esa travesía siempre se llamó Camino a Los Yungas, desde que, en los años 30, fuera construida con mano de obra esclava de prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco; pero que a raíz de la muerte de 8 viajeros israelís en su jeep en 1999, se empezó a denominar internacionalmente como la Ruta de la Muerte. Sólo cuatro años antes ya había sido bautizada por el Banco Interamericano de Desarrollo como el camino más peligroso del mundo. Aparecen los primeros imponentes acantilados, las más espectaculares caídas donde no se puede ver el fin y la vegetación se torna cada vez más verde, indicándonos que nos adentramos en la mismísima selva boliviana y, con ello, a la parte más difícil de la ruta.
Las pendientes se hacen cada vez más pronunciadas, el camino más estrecho y sucio, con tramos de hasta sólo 3 metros de anchura, nos empezamos a cruzar con camiones de grandes dimensiones y, sin darnos casi cuenta, empezamos a descender, de manera drástica, más de 2.000 metros. Las nubes abrazan el borde del acantilado, cubriendo de misticismo el abismo más absoluto. Esos mismos abismos fueron testigos de cómo, en las época en la que Bolivia luchaba por la democracia, los miembros de la oposición eran vendados y arrojados por los despeñaderos. Continuo sin descanso, concentrado al máximo y viendo cómo alguno de mis compañeros derrapa, quedándose blancos del susto. De repente, a la izquierda, aparece una caída vertical sin obstáculos de 800 metros, mientras que en la derecha, una interminable pared de roca vertical. Nos encontramos ya ante la curva de la muerte, una de las partes más memorables de la ruta.
Continuamos pedaleando y presenciando paisajes inolvidables, colosales barrancos y cascadas que nos dejan más embarrados si cabe; la bruma cargada de agua se hace más densa y emergen los charcos por doquier donde metemos los pies enteros. ¡Qué mejor forma de estrenar las zapatillas de deporte que había comprado el día anterior en un mercado de La Paz! El grupo se para inesperadamente y el monitor vocifera la llegada de un camión cisterna cargado de gasolina: "Peligro Inflamable" se puede leer en el deposito. Es evidente que la realidad supera casi siempre a la ficción. El monitor nos informa que hemos superado la parte más dura del itinerario, a más de uno se le escapa una sonrisa tímida, pero nos pide, por favor, que siguiéramos concentrados, precisamente, porque es en el último tramo en el que la gente se empieza a confiar, convirtiéndose en el que más accidentes ciclistas se producen al año. El cansancio empieza a invadir todos mis músculos, el camino se hace cada vez más caluroso y polvoriento, obligándonos a despojarnos de parte de nuestra vestimenta, pero afortunadamente ya podemos avistar a los primeros niños que, cargados con sus mochilas de colegio, nos regalan una sonrisa que nos alienta a dar el último empujón. Cansado, sudoroso, sucio y con barro hasta debajo de la ropa llego a la meta. El júbilo se desata entre los participantes. ¡Lo logramos!
A continuación os adjunto el vídeo que edité sobre la Ruta de la Muerte en Youtube:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjKCtUknz0kVQpaXIwRVCOWnf-3LDaaPQzbHLOi-1ANUJPHydMj1d87mgX4oZskrAnJeKOmbzzVDeGprnwK0DT7RYiMf5RTvWuwaCD1nj0KEz2qzZ5fuFhr1-ufRaTPuBNf_Ellg8xs-I/s1600/20130723_113117.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd4Rhz3v1CwnrvEu78R8f-PYSefr54G9wxrVWIHTLwVDDjsq2TK6v_vCPTd504-2K80ciUKnkj1JWC1wKbkYd1FwGGno4s5x2v0AVX8E5MNpN9s8igkwHfEV9j5iaCy27BuxzL-aGKhYA/s280/603032_10151574469062879_1729477526_n.jpg)
Tras tomar aire, consumir el avituallamiento y cambiarnos de ropa, el autobús nos lleva a almorzar a la Senda Verde, un refugio de animales exóticos abandonados. Lo mejor del lugar fueron las duchas, aunque fueran de agua fría y las numerosas especies de macacos. Era la hora de volver a La Paz, felices por el logro alcanzado, pero parece que cantamos victoria antes de tiempo...El conductor del autobús llega con malas noticias: por razones desconocidas, probablemente una huelga, la carretera nueva ha sido cortada. Tenemos que volver a La Paz por la carretera vieja, es decir, regresar por la Ruta de la Muerte. La cara de todos era un poema, el sol hacía rato que había desaparecido y la noche estaba a punto de cernirse sobre el camino. El temor inundó el autobús y sólo el destartalado ruido del motor y la música proveniente de una decrépita radio rompían el silencio. Se mascaba la tensión, los minutos parecieron horas. Entre el ruido, el cansancio, la calefacción a tope y el olor fuerte a gasolina proveniente del tubo de escape; me quedé dormido. Probablemente era mejor así, de lo contrario la subida se me iba a hacer eterna. No me desperté hasta oír el murmullo de mis compañeros que, a duras penas, pudieron ver desde la ventana empañada y las tinieblas del exterior que nos incorporábamos a la carretera nueva. Los participantes, llenos de alborozo, nos dejamos la piel aplaudiendo y gritando. Ahora sí: ¡Habíamos sobrevivido a la Ruta de la Muerte!
Dedico este artículo a la familia Aracena que con tanto cariño hizo que mi estancia en Bolivia fuera inolvidable.
Dedico este artículo a la familia Aracena que con tanto cariño hizo que mi estancia en Bolivia fuera inolvidable.
A continuación os adjunto el vídeo que edité sobre la Ruta de la Muerte en Youtube:
English Version
The day I survived the Death Road, Bolivia.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi47-C0h3w2gLe1omYPGp08qgFXHRHe2mqQdXP3L6eIf0wlFv3Ichs4TBsqYPVJWRSCsR8E-mUWatMA2RU0UUoGycHy0NYksvGh9Fpll3EnBt1Mk06ZLeFzntUwd9uGvzpbMZsRDEq4WLw/s280/20130723_092250.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZL6SXtzocRUSC9GjfVhnmdTtMxUtykOh-gLU2VJhOwYiRXoo92SUrAEZVDjkAjCVDmIl1qIjwSfIucTKiHAEqbJl5JPyhruitDS0S8Brh70yMU2bVpS-EGpOJj4jb8Sgrt3YVqXi5rQ0/s280/20130723_113231.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfClACBBvlYpPbFbATjduosQsB44ibN1RY-PxdjJ6VkreSUP2tm-qT4uTFBZ5z7RUncJFllMQuPQQZiNA_5jIgRua79z0xb5N2R7MhdP2FlebzSLN5tZvwpDqxKGSPGcMY0TJ0oKny9xQ/s1600/20130723_113704-1.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhd_zEHKf2XZd0NrZr8nd-bXsrpAT9n0LFqjlQSdYWh8SQI6lEKoErXegbEh-i5M-FW8xUvJUQp4vH4qJGDEaqvw_cMhzuqDm0aEWWG_PQFb-ugi6Jbxz8kYXrr4UgpkvgBWrvinII29j8/s280/1069154_10151574484442879_1432337330_n.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIguAg-g0lQfg_tpjaObdtKS2_6HIFKiAB9MYdZ70Odn2eMS60Xz_yIy_HU_jgtDXhFtrjh-9-OYNkGsd0M8maAJfXt3Oog3361uy-vUgv3YsIvR3DHsql7jgCZtbjuuTHFbsyaYGn4wI/s280/20130723_130122.jpg)
Woow..am really impressed...not many people would opt to visit the 'death road"...and you did....they say the MOST COURAGEOUS ARE THE STRONGEST" give yourself a pat on your back....One of my favorite articles so far.
ReplyDeleteMuy buena experiencia Óscar, qué envidia, aunque no se si me atrevería
ReplyDeleteUn abrazo,
Alvaro